jueves, 20 de agosto de 2009

¿Sabemos convivir con esta enfermedad?


El día que nace un hijo nos llenamos de satisfacción y comenzamos a ser padres pero, ¿ quien nos enseña a ser padres? Libros, charlas, consejos, son una buena ayuda, aunque hemos de tener muy claro que no podemos establecer unas normas generales y establecidas por que no hay una persona igual, por tanto el trato hacia los otros habrá de ser bien diferente. Cada hijo es igual que otro, por tanto, lo que creemos que es bueno para uno, probablemente no lo es para otro, pero si que los padres tienen un arma y un escudo que les guía y que no es más que querer sin medida a sus hijos.

También hay otros hechos que se nos puede presentar en nuestra vida y en las cuales tampoco encontramos normas que puedan ser una solución ardiente. Me refiero a la enfermedad.

A nadie le gusta estar enfermo, ni padecer una enfermedad, y ni mucho menos grave, y ni se nos ha pasado por la cabeza que algún día podría ser que cualquier enfermedad apareciera inesperadamente, sin avisarnos.
Estamos cansados de sentir: " no nos ha tocado la lotería, pero mientras tengamos salud.." pues bien, a veces pasa que ni lotería, ni dinero ni salud ¿ que hacemos entonces?

Toda enfermedad por corta o larga que sea, grave o leve, cuando nos visita nos trae un buen alboroto. Cuando escuchas el diagnóstico del médico, tienes una sensación de frío, de pavor, parece que todo se nubla, pero si quieres continuar viviendo hay que comenzar a aprender a estar enfermo.
¿Qué quiero decir?, pues primero aceptar que con la enfermedad que se padece hay que convivir con ella y marcarse el objetivo, que contra menos tiempo pase con nosotros mejor, no darle el esquinazo, ni regañarla, tampoco aplaudirla, pero casi me atrevería a decir que es como comenzar una nueva amistad que probablemente nos acompañará hasta que se marche, en el mejor de los casos, y en el peor que nos acompañe el resto de nuestras vidas.

Vivir con otras personas no es fácil aunque la queramos de verdad, vivir con nuestra enfermedad es muy difícil, pero lo que se dice querer el mal, el dolor, las limitaciones….es imposible. Pero a pesar de todo junto parece una contradicción, a mi, como persona que formo parte de este mundo, me ayudó y mucho buscar la parte positiva de la enfermedad, pese también a las frustraciones que he llegado a sentir, y mis bajones.
A causa de las nuevas circunstancias nos vemos obligados a renunciar a las actividades que nos eran antes habituales, y que incluso nos ocupan todas las horas del día con desmesura, no nos queda más remedio que comenzar a pensar más en nosotros mismos, a comenzar a ser un poco egoístas, sin hacer mal ni menospreciar a las personas que tenemos cerca.

Las personas que conviven con el que está enfermo, las personas que queremos también lo tienen difícil. Si los enfermos somos conscientes de la nueva situación o lo intentamos, hemos de estar bien agradecidos a los que tienen que curar de nosotros.
Ellos sufren tanto o mas que el enfermo, su paciencia hacia los enfermos no tiene precio aceptando en cada momento las limitaciones que la enfermedad pueda imponer. Su soporte es sincero, es una de nuestras mejores medicinas.


Al comenzar cualquier enfermedad, cuando la gente tiene conocimiento de la adversidad que te ha llegado, recibes llamadas de teléfono, visitas, a medida que la enfermedad avanza las amistades se acortan y te vas quedando más sólo, por eso en estos momentos, te das más cuenta de quien te quiere de verdad.
Siempre he pensado que hay enfermos afortunados, aunque parezca una incongruencia, a la vez que triste también que hay muchos que no tienen consuelo.
Personalmente me puedo considerar una afortunada, por que a parte de que no he negado nunca mi situación, he podido estar asistida por médicos que me han tratado con afecto, con sinceridad y responsabilidad, sobre todo afortunada por que he vencido mi enfermedad.

La compasión no ayuda cuando estamos enfermos nuestra sensibilidad es muy delicada, valoramos y mucho el amor y la ternura en los demás, en cada persona que queremos.
Las flores regaladas en vida, aunque tan sólo sea una, son las que realmente valen. Cuando uno es muerto, por muchas flores que le envuelvan, ya no la podrá disfrutar y poco consuelo le darán, por ello es que a la vida hay que aferrarse, agarrarse y luchar, para que las flores que nos regalen sean en mano, disfrutando de su aroma, percibiendo su belleza, y sobre todo agradeciéndolo con un enorme beso a quien nos lo ha regalado.

Una flor, un beso, la mano amiga, la mirada…. No hay que guardarlas para mañana, es en el momento, cuando se te apetezca, cuando lo sientas, hay que darlo, por que nunca se sabe, donde vamos a estar mañana…estas son las mejores medicinas, y las que mejor curan, vuestro calor, el calor, la amistad..

Si algo me gustó el libro, es que las reflexiones que consta son las que sentí yo en su momento, expuestas en esta opinión, y que supongo que serán las mismas o parecidas de cualquiera que sufra una lamentable, fastidiosa y penosa enfermedad.
En este libro Marian explica que si supo llevar su enfermedad, fue más por ignorancia de saberse poseedora de una enfermedad grave, pues al desconocerlo su vida la llevó tranquila, normal, con los problemillas cotidianos de cada día y poco más, explica muy bien, como gracias a ello, y el que sus padres la engañaran, y asistiendo a los mejores hospitales con el cuidado y atención de buenos médicos y sometiéndose a tratamientos, consiguió vencer la enfermedad, cuando supo que lo que tenia era un cáncer de mama, y metástasis en el pulmón, hígado y cerebro, se sorprendió de cómo había salido de esto, y como sus padres tras la mentirijilla, diciéndoles que era un quiste de mama lo que tenía, lo pudo conseguir, expone que quizás lo hubiera sabido, se hubiera abatido, y que la clave de todo es la aceptación de la enfermedad y la convivencia con ella, que ella desde su ignorancia supo hacerlo, pero que quizás si lo hubiera sabido, su comportamiento no hubiera sido el mismo. Tras vencer su enfermedad y conociendo lo que tenía, Marian Suárez escribió este libro, para darnos a conocer tanto a las personas que sufren esta enfermedad, como a las que no, la lucha la constancia por superarla…. Tras cuatro años de haberlo escrito.. Marian murió, el Cáncer se la llevó, me dio bastante pena y no pudo contener un llanto, primero por ella, por lo que había vivido, y la ilusión de escribir este libro como aporte generoso para aquellas personas que desconocen lo duro que es, y luego por mí, pues un atisbo de desesperanza inundó mis miedos.

Un libro que sientes el calor, la fuerza y experiencia y que es idóneo tanto para el enfermo, como para la persona que tiene un familiar, amigo…. Enfermo de cáncer, pues aunque solo sea un poquito, pone un granito de arena en este gran desierto del desconcirto de esta dichosa enfermedad.